El deseo de José Abel Castillo era convertir la torre del reloj en el “motor del tiempo” de los guayaquileños. El 20 de agosto de 1925, mediante una carta al encargado de ventas de la firma alemana J. F. Weule, se hizo el pedido de un reloj para ser instalado en la torre. El plazo de entrega era de 12 meses. Fue instalado en 1926.